Altar Cielo Tierra
“Como es afuera es adentro, como es adentro es afuera”
Un altar es una manifestación de lo sagrado dispuesto en elementos externos, visibles frente a nuestros ojos que nos invitan a su recuerdo. Es una ofrenda a la vida y a los Dioses, una ofrenda a uno mismo y al templo de su propia alma.
Quise llamar así a mi proyecto, Altar Cielo y Tierra, porque lo Sagrado está siempre frente a nuestros ojos; el verdadero trabajo es afinar nuestra percepción y darnos cuenta de la belleza de esta gran ofrenda de nuestros Padre-Madre creadores para todos sus hijos.
La naturaleza es un altar, con todos sus elementos en perfecta armonía creando un tejido que nos contiene y nos sacraliza. El cielo y todos sus ritmos son un altar, con el fuego perenne de millones de estrellas que alumbran la oscuridad.
Desde que tengo memoria siempre he crecido con altares y espacios sagrados: un altar cristiano, un altar a mis ancestros, más tarde los altares a las divinidades o el gran altar del temazcal. Me parece bello y poético expresar lo Sagrado en lo externo y guardianar esos espacios. Siento muy sagrado invitarme a poner orden y limpieza en ese espacio para que luego se traslade en mí adentro.
¿Podemos prescindir de todas las formas externas? Sí, porque el altar vive en nuestro templo interno. Tiene su lugar profundo y nuestra alma es su custodia en nuestro corazón.
Mi espacio y mis terapias son una invitación también para ti para que puedas reinstaurar el equilibrio en tus elementos y honrar al Ser Divino que te habita desde siempre.
Despejemos la mirada, abramos la escucha con los oídos del corazón, refinemos la voz que da origen a la manifestación.
COSAS QUE ME GUSTAN DE ESTA VIDA…
El aroma a tierra seca.
El sonido de los ríos de montaña.
Los copos de nieve presumiendo de toda perfección.
Los árboles pensativos y fuertes que soportan el frío invierno.
Las primeras flores que asoman a través del musgo, en primavera.
Las nubes cargadas de agua que se aventuran a través de las cimas,
y bajan al valle para cubrirlo todo.
Los tonos rosas del atardecer sin dejarse ver el Sol,
escondido más allá del horizonte,
justo detrás de los montes.
Y el fuego del hogar,
mientras todo ello sucede.
SOY AMILDE
Nací en Argentina, en un Julio frío de 1986. Me llamaron Amilde, como mi bisabuela, que significa “batalla de Dios”. Este nombre, bendición y a la vez gran responsabilidad, me ha marcado la búsqueda en mi vida.
Desde pequeña, siempre fui una apasionada por lo sagrado y lo místico. Asistía a la iglesia a cantar con mucha devoción, ya que la religión, por cultura, fue la primera herramienta a mi alcance para conectar con lo Divino.
Siempre estuve muy interesada en lo invisible y esotérico. Con temprana edad, me gustaba mirar a las curanderas de mi barrio y a mi abuela ayudar a las personas con sus saberes.